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La Perseverancia

Autor: Dariela Chio - Categoría: General - 6 min.

"Feliz el hombre que soporta pacientemente la prueba, porque, después de probado, recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que lo aman." (Sant. 1, 12) 

Me gustaría iniciar compartiéndoles que tuve la dicha de asistir a dos retiros seguidos en el los cuales hablaron de algo en común: la virtud de la perseverancia.

Más que una virtud, es un don que Dios nos dio para seguir viviendo por Él. La perseverancia es la firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo; es esa esperanza para mantener la gracia. Una persona persevera porque ama, a pesar de las dificultades y obstáculos, porque si no amara no avanzaría y no habría cambios. El amor es ese motor que nos ayuda a perseverar paso a paso; tropiezo por tropiezo vamos escalando la montaña hacia la Santidad. Es por ello que hay cuatro simples pasos a seguir para poder perseverar.

 

  1. Servicio a los demás (amar al prójimo)

El servir a los demás y amarlos te llena de una inmensa felicidad, el entregarte a tu hermano y compartir lo que tu tienes. Amar sus defectos y virtudes como lo hacía Santa Teresita de Lisieux. Ella se ponía al servicio de los demás amándolas tal y como eran, en especial a las personas que eran antipáticas a ella. Desarrolló una habilidad de empatía y dulzura hacia las personas más desagradables, a pesar de que no tuvo una niñez ideal, aprendió a amar cuando la mayoría de las personas no amaban.

Es fácil amar a tu familia y amigos, pero es difícil amar, pase lo que pase, a una persona que no parece tener ninguna capacidad de redención. Teresa habla de una monja por la que sentía una aversión natural y de cómo se dio cuenta de que, porque el amor es un acto y no un sentimiento, esta monja iba a enseñarle a amar mejor. Santa Teresa había cambiado gracias al amor y la paciencia de sus padres, así que ella conocía el poder de amar a alguien que parecía detestable.

 

  1. Oración

La oración es vital para todo aquel que de verdad quiere llegar al cielo. Si en la oración no hay acción, no te mueve, entonces se debería de orar más. La oración nos invita a hablar con Dios, reflexionar y actuar conforme a su voluntad. No hay que desfallecer nunca en la oración, ya que ésta nos da fuerza para seguir. Si no sabes cómo orar, pídele al Señor que te enseñe a orar. “No dejamos de rezar por falta de tiempo, dejamos de rezar por falta de amor”. También está nuestra gran madre espiritual María, a ella también podemos acudir para que nos enseñe a rezar como cuando les enseñó a aquellos apóstoles, porque sabía que la oración era fuerza, luz y consuelo. Ella es el camino más perfecto que nos lleva hacia su hijo, y qué mejor que estar acompañada de ella, que fue su madre y es ejemplo.

 

  1. Cumplir los Sacramentos

Los sacramentos son como los canales por los que Dios nos hace llegar el agua de la gracia que necesitamos para vivir. Somos alma invisible y cuerpo visible. Lo espiritual necesita de lo material; tanto para recibir, como para dar. Las escrituras son la verdad, nos ayuda a entender la vida y reflexionar. Por eso decía San Jerónimo que desconocer la Escritura es desconocer a Jesús. Este conocimiento nos lleva más y más a Su amor. La importancia de la reconciliación es ese momento donde nos sabemos reconocer como débiles; que solos no podemos; que sólo el poder del Altísimo nos podrá purificar. La comunión para que Cristo pueda vivir en nosotros, dejar vaciarnos de nosotros mismos para que Él nos llene completamente.

 

  1. Formación de la Palabra

El conocer qué nos dice el Evangelio, ya que eso nos hace ser testimonio de Cristo, pues nos invita a vivirlo. Esto lo señala el Papa Francisco en su Exhortación Evangelii gaudium: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana”. El meditar la palabra para saber realmente qué nos dice, la oración para decir lo que anteriormente se reflexionó con nuestras propias palabras, la contemplación para saber qué cambios hacer en nuestro corazón y, por último, la acción que nos va moviendo poco a poco conforme a lo que dice el Evangelio.

Lo que se trata es de ayudar a “vivir” la Palabra de Dios: “La interpretación más profunda de la Escritura proviene precisamente de los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua” (Verbum Domini, n. 48).

De esto se trata cuando hablamos de una “lectura orante” de la Escritura: una lectura y una comprensión que enriquezca la oración del que lee y transforme su vida.

"Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama." (Mt. 7, 7-8)

Con estos simples pasos se nos hará más fácil seguir por este camino y nos hará ver las cosas de una manera tan impresionante; con ojos de amor. No hay que dejar de pedirle al Espíritu Santo que nos ayude y nos dé fortaleza para seguir perseverando, ya que este es un camino difícil, pero no imposible.

Busquemos el apoyo de nuestros hermanos, pues todos estamos juntos en este caminar.

Publicado: 31/10/2018


Acerca del Autor

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Dariela Chio

Dariela Chio  17 años.
Formadora de Diec Adol y formanda de Juvenil.
Misionera y agradecida con Dios.
Conociéndolo a través del Movimiento DIEC desde 2014

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