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¡Cristo ha resucitado! ¿Y ahora qué?

Autor: Rebeca Rada - Categoría: General - 6 min.

Acabamos de empezar el tiempo de Pascua, tiempo en el cual celebramos que Cristo nos liberó del pecado, nos salvó de la muerte eterna y además abrió las puertas del cielo, ofreciéndonos la vida eterna, vida para siempre junto a Él. Celebramos que es un Dios vivo, no muerto.

 

Es muy hermoso pensar en el gran amor que Dios nos tiene, que mandó a su único hijo para salvarnos de las consecuencias del pecado porque por nuestras propias fuerzas somos incapaces. No éramos merecedores de nada bueno y aun así nos dió la gracia más grande.

De hecho, la Pascua es la fiesta mayor para la Iglesia Católica, aún más que Navidad. Esto es porque la resurrección de Jesús es un suceso en el cual radica toda nuestra fe, como dice San Pablo “Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes.” 1 Corintios 15, 14, pues era la promesa de Dios, parte crucial de su plan de salvación. Además, si nuestro fin es llegar a estar con Dios en su reino, entonces claro que nuestra mayor alegría es saber que realmente podemos hacerlo, todo gracias a que Jesús resucitó.

 

Y todo esto puede sonar muy romántico, pero es necesario acogerlo a nuestra vida. No podemos quedarnos nada más con el sentimiento bonito de que ‘Jesús me ama y murió por mí’, sino que debe generar algo en nosotros realmente.

 

¡Cristo está Vivo, ha resucitado! ¿Ahora qué, qué me toca hacer a mí?

 

Yo pienso que lo que nos toca hacer a nosotros es nuestra parte de la alianza. Cristo ya hizo la suya. Bien sabemos que la resurrección de Jesús hace posible nuestra salvación, pero nosotros debemos vivir por alcanzarla. Nuevamente nuestro hermano Pablo en su carta a los Filipenses nos comparte sobre la carrera del cristiano:

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...Olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.

Filipenses 3, 13b-14

 

Claramente la meta es el cielo, y debería ser anhelo de todo católico llegar a él. Pablo aquí nos invita a perseguir esa meta, a que toda nuestra vida sea un camino hacia el cielo: El camino es la santidad.  En la cuaresma estuvimos esforzándonos árduamente en lograr esto con los sacrificios, obras de caridad y oración: no aflojemos, sino perseveremos. Estos elementos son esenciales en nuestra santificación, y esto aplica siempre en nuestra vida. Perseveremos en la oración, en las obras de caridad, en la transformación del corazón.  Trabajemos por ser santos.

Precisamente San Pablo en su carta a los Colosenses nos comparte que:

“Él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable.”

Colosenses 1, 22

Es decir que Jesús muere y resucita de modo que podamos presentarnos al Padre limpios, una ofrenda agradable, pero esa es la parte que nos toca, trabajar en ello.

 

El autor Mathew Kelly en su libro “Redescubre el catolicismo”, relaciona el ser santo con ser la mejor versión de ti mismo. Esto tiene mucho sentido, porque si hacemos aquello para lo que fuimos creados, si cumplimos la voluntad de Dios, si vivimos amando, si estamos en constante mejora y crecimiento, entonces seremos nuestra mejor versión.

Cristo, al venir, nos dejó muchísimas cosas pero mencionaré dos que creo son esenciales en nuestra perseverancia:

1.     El mandamiento del amor: Amémonos unos a otros como él nos ha amado. Estamos llamados al amor. San Pablo en su carta a los Colosenses 3, 12-17 nos presenta esta exhortación al amor y lo desglosa muy bien, te comparto los versículos 12-15:

“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra el otro. El señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.”

Poner esto en práctica nos ayudará a convertirnos cada vez más en la mejor versión de nosotros mismos.

2.     La Eucaristía: Nada nutre más el alma que el mismo Jesús Sacramentado. Busca recibirlo más seguido que solo los domingos. Realmente es una bendición tener el acceso a Él todos los días y muchas veces desaprovechamos la oportunidad.  Bien dice Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.” Juan 6, 54 y 55.

 

Creo que en este tiempo de Pascua Dios nos llama a reflexionar dos cosas: 1. ¿Cuál es mi meta en esta vida? Y 2. ¿Qué estoy haciendo por alcanzarla?

 

En junta de DIEC U esta semana veíamos la unción del Rey David y específicamente nos llamó mucho la atención el siguiente versículo:

“Dios no mira como mira el hombre, porque el hombre ve las apariencias pero Dios ve el corazón”

1 Samuel 16, 7b

 

Si queremos ser agradables a Dios entonces debemos entonces trabajar en nuestro corazón. En la reflexión de la junta nos dimos cuenta que solemos dedicarle mucho tiempo a nuestra apariencia exterior, para vernos bien ante los demás Pero, ¿cuánto le dedicamos a la apariencia de nuestro corazón, de nuestro interior, para agradar a Dios? Si eso es lo verdaderamente importante, ¿por qué no invertimos en él como en nuestra apariencia exterior? Es algo que te invito a reflexionar, ¿cómo estás tú? Y cuestionar ¿qué debo cambiar?. Dios mira el corazón, trabaja en tu corazón, y eso se reflejará en tu vida exterior.

 

Hermanos, no me queda más que decir que: ¡Yo quiero llegar al cielo! Espero que tú también y recuerda que estamos juntos en esto, que tenemos a nuestros hermanos católicos para apoyarnos.

Que la alegría de la Resurrección de Cristo sea para ti fuente de motivación para correr toda la vida hacia Él, para ser la mejor versión de ti mismo y alcanzar la salvación. Recuerda que Dios te ama y quiere tu plenitud, y con Él lo serás por la eternidad.

¡Dios los bendiga!



Publicado: 25/04/2019


Acerca del Autor

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Rebeca Rada

20 años
Miembro del DIEC desde 2011
Actual directora de DIEC Adol y formadora en Universitarios en la UDEM
Misionera desde el 2014


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